En esta época de elecciones se puede detectar la postura fingida del politiquero que sin una gota de vergüenza ni cargo de conciencia le miente a su pueblo, llega en ocasiones de una forma agresiva, infundiendo miedos y odios hacia su contrincante y podemos descubrir a través de estas peleas el más temido secreto de todos ellos, nos llenan de morbo, (El colombiano, aunque lo niegue les encanta esto) encontraremos también la mano amiga del politiquero (Hipócrita), el abrazo cariñoso (Hipócrita), el beso en la mejilla (De Judas) el fuerte choque de manos (Con asco), el amor incondicional hacia los niños (Sigue siendo hipócrita) y el colombiano sigue siendo feliz, creen que acaban de encontrar al súper héroe que los va sacar del gran problema que tengan.
El politiquero de profesión le demuestra a su gente su preocupación por la pobreza absoluta en el que vive, lamenta ver que hay muchos enfermos, llora ver a un niño muriendo de hambre, visita los barrios más vulnerables, aquellos que carecen de servicios y agua potable y sus calles no son pavimentada. No les importa recibir guarapo de la mano del campesino, no les importa compartir la mesa en la casa más pobre, ni mucho menos que sus ropas se enloden de barro, todo es válido con tal de lograr su objetivo.
Pero, ¿Hasta qué punto somos responsables? El colombiano tiene gran cuota de responsabilidad de que el país esté hecho un caos. Su gran equivocación viene desde que no se preocupan por elegir un buen presidente de la Junta de su barrio, no entienden que a partir de ese momento es el inicio para un verdadero cambio, pero todo parece indicar que el colombiano siente un profundo miedo a los cambios, a nuevas propuestas, a campañas sanas, se van más por el populismo y les encanta escuchar que van a erradicar la corrupción, subir el sueldo, bajar impuestos (Mentiras propuestas por los mismos corruptos).
Otra cuota de responsabilidad del ciudadano es recibir dinero a cambio del voto, vaya manera de engañarse y vender a su pueblo y a su gente, somos tan culpables y tan alcahuetas, que no nos damos cuenta que el verdadero verdugo somos nosotros mismo.
Hay que generar conciencia, aprender que tenemos el poder absoluto en las urnas para cambiar este país que tanto lo necesita. ¿Pedimos cambios? ¡Empecemos por nosotros mismos!
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