El malestar generado entre los uribistas por la decisión del senador y líder de partido Álvaro Uribe, sobre crear la lista para escogencia de representantes en las próximas elecciones de las cámaras con la modalidad de lista abierta, los quejumbrosos y desertores no se hicieron esperar, creándose inmediatamente una tensión dentro del partido que lo llevará definitivamente a un cambio drástico tanto de apoyo como de seguidores.
Claro está, que a muchos otros que siempre tuvieron claro que debían sustentar su posición dentro de las curules otorgadas por el Centro Democrático, y que no todo se los tiene que dar Uribe, han visto una ventaja en esto, pues resultan con ventaja electoral por haber trabajado desde sus regiones para formación de planes políticos, mientras otros con su actitud de acomodados, han visto un castigo pro parte de su líder, porque dormidos en los laureles, les llegaron las elecciones y ya no ven esperanza de activar un plan que les permita conservar su curul.
Es así como ya oficialmente ocho miembros del partido declararon su retiro y no participación dentro de la contienda que ven como algo difícil de lograr sin el apoyo total y la publicidad gratis a nombre de la imagen del ex presidente Uribe.
Los ya retirados del Centro Democrático son: Paloma Valencia, Ever Bustamante, Orlando Castañeda, Alfredo Ramos, Alfredo Rangel, Daniel Cabrales, Susana Correa y Jaime Amín.
Con estos retiros, ahora el senador Uribe tendrá que organizar su partido y determinar quiénes serán los rostros de su lista que aspira él mismo a arrastrar –como siempre- con su maquinaria que asegura aportara alrededor de 1’500.000 votos, que tendrán que ser seguidos por los votos que cada uno genere de manera individual y siendo discriminados de mayor a menor numero aportado.
Realmente, la preocupación del Centro Democrático es más una pelea personal. Para nadie es secreto que los votos del partido son como la hinchada de un equipo de fútbol, no importa qué tan mal juegue, cuántas polémicas tenga encima, qué tantos años duren sin ganar nada, ¡es más! No les importa nunca haber visto ganar algo, sin embargo, siguen con un apasionamiento arraigado, que no los deja apreciar a realidad del juego.